¿Pero así cómo van a cuadrar las cuentas?

Se mire a donde se mire, en esta España llena de tragedias provocadas por la pobreza, en cuanto se rasca un poco, aparece un mangante. Pero un mangante de postín, no un tipo como 'ElVaquilla' o 'ElDioni'. Gente de corbata de seda y bolso de alta gama. Últimamente salimos a mangante por día, incluso aparecen a pares.

Son individuos conocidos, que tienen o han tenido cargos públicos, y de los que ahora nos enteramos que han amasado fortunas inmensas cuyo origen no está claro. Está oscurísimo, de hecho. Fortunas que, invariablemente, han escondido en paraísos fiscales con el propósito de no pagar a Hacienda y robar a los contribuyentes españoles, ésos que todos los días del año escuchan al Gobierno decir que las cuentas públicas no cuadran y que, por tanto, es necesario subir los impuestos.

Pues nada, hombre, paguemos más impuestos, que hay que levantar España, que estos otros ya se encargan de llevarse su dinero fuera para que, lo que falte en las arcas públicas, lo pongamos los demás, los que cargamos con la obligación de incrementar los ingresos del Estado.

Porque a estos individuos, de quienes no se les conoce la propiedad o la dirección de empresas productivas sino sólo la de un racimo de siglas dedicadas a la especulación, a la ilegalidad y al fraude, a éstos no les conciernen las dificultades nacionales.

Y tiene delito que, encima, se trate en muchos casos de sujetos con actividades destacadas en la política española, individuos que durante años nos han estado hablando de valores y de metas políticas y actuando como si estuvieran al servicio de la comunidad. Incluso al servicio de alguna idea.

Lo más irritante de todo es la facilidad con la que eluden el castigo. Los abogados de Bárcenas argumentan ahora que ha «regularizado» sus fondos acogiéndose a la amnistía fiscal ofrecida por el Gobierno. Ah, entonces todo perfecto, qué limpieza en la ejecutoria, qué impecable gestión la de este señor que ha robado al Fisco, que nos ha robado a todos, y que ahora sale tan orgulloso porque ha conseguido embolsarse una millonada aprovechándose de la debilidad y de la angustia del país.

Pero es que este señor ha sido tesorero de uno de los dos grandes partidos nacionales y ha tenido, por lo tanto, una responsabilidad institucional y simbólica extraordinaria. Alguien que se dedica a esa función no puede, de ninguna manera, gestionar fondos de inversión que tengan el dinero fuera de España y no paguen sus impuestos. Porque eso, además de un delito, es un intolerable escándalo. Y el partido al que perteneció, el PP, no puede quitarse de en medio diciendo que «no tiene nada que decir» sobre el personaje y sus andanzas. Eso tampoco es tolerable.

Con estas noticias que aparecen a borbotones suena a escarnio lo que con tanta satisfacción contó el martes el ministro de Hacienda en el Senado: que en 2012 la recaudación por impuestos ha alcanzado lo previsto. «Tiene enorme valor» dice su nota de prensa, «que en un año en recesión se haya incrementado la recaudación en un 4,3%[..]; es la demostración de que la subida de impuestos, el gran sacrificio, ha merecido la pena para que España supere el gravísimo momento que atravesaba y pueda financiar los servicios públicos».

Ese gran sacrificio está siendo únicamente el de un puñado de españoles. De los demás, no.